SUEÑO CIRCULAR


Cuando la luz es tenue.
Ante mí te apareces vistiendo un largo faldón de tonos rojos y amarillos. Mirando con ternura, ternura de antaño, devota e inolvidable hasta mí te acercas. Me besas. Suave, pones mi mano en tu boca y te aseguras, de hacerme sentir tu felicidad.
Parpadeo. Tras un par de semanas me visitas nuevamente. Ahora vistes de riguroso negro. Luminosos tus ojos me señalan un tres de oros. Tres pentáculos tras nuestros cuerpos, tres doradas figuras suspendidas en el tiempo como promesas sin cumplir. No hay tristeza en nuestras citas. Por el contrario, son más bien calmas, sosegadas, sanadoras. En una de ellas te posas sobre mí. Desnuda entrelazas tus dedos en los míos, mientras te sacudes a horcajadas, más húmeda que una papaya, abriendo su surco a mi lengua inquieta. Te beso. Te siento y siento por fin cuánto y cómo te amo, y te lo digo. Te lo escribo. Te lo grito a ver si en tu mundo paralelo logras por fin escuchar mi voz. Escuchar que esa nostalgia que te sigue acompañando es la mía. Que ese dolor es el mío. Que esos recuerdos son los míos. Parpadeo. Esta vez te apareces de mi mano, cuidando un jardín, escuchando ronroneos, haciendo las compras del mes. Compartiendo un futuro te veo sonriéndome al amanecer, durmiéndote en mis brazos al caer la tarde. La luz sigue siendo tenue mientras viajamos a nuevos lugares, hacemos el amor en insospechados rincones, nos saboreamos piel, sudor y perfume. Nos veo uniendo pasado y futuro grabados en las líneas de las manos, en el vuelo de colibríes, en los surcos profundos tatuados en la piel de la tortuga. Porque te sigues apareciendo a pesar de los segundos, los días y los años. Porque los segundos, los días y los años no existen cuando lo que nos une es así de infinito. Porque lo infinito no existe sino hasta que lo sientes así. La luz sigue siendo tenue y te me aparezco cuando menos lo esperas, cuando menos lo quieres, cuando menos lo buscas. Como un sueño repitiéndose. Esta vez nos descubro compartiendo el resto de la vida, aunque sea un segundo. El resto de la vida aunque haya que saltar al vacío por ello. Y saltamos. De la mano saltamos porque vale la pena. Hemos aprendido que vale la pena. Vale la pena intentarlo. Vale la pena porque no somos cobardes y porque siempre estuvimos ahí. Compartiendo poemas, tareas, momentos; levantando paneles, diseñando rincones, diluyéndonos en ardor. Escuchándonos y conectándonos más allá de los cuerpos, con los cuerpos, en los cuerpos, tanto amor. Y pasan minutos, meses, eternos y seguimos ahí. Buscándonos en canciones mientras vemos la luna. Buscándonos en designios, poemas y símbolos. Buscándonos en los sueños circulares, esos que van y regresan, esos que nos reencuentran en el vacío, la distancia, la nada.
Cuando la luz es tenue.
Te encuentro en un futuro presente.
Te encuentro en una sonrisa, compartida tras charlar por horas.
Me encuentras luego de años en cautiverio.
Me encuentras calmando a las bestias con mi voz.
Nos encuentro y encuentras.
Nos encontramos por fin.
Despertamos de este sueño circular para compartir el mundo, un mundo nuevo e incondicional, un mundo nuestro, por primera vez. 

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